Integrantes de la Marina durante un decomiso de un laboratorio clandestino de drogas sintéticas en Sinaloa
Integrantes de la Marina durante un decomiso de un laboratorio clandestino de drogas sintéticas en Sinaloa

En vísperas del Día Internacional de Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, que se conmemora cada 26 de junio, la Conferencia del Episcopado Mexicano difundió ayer un comunicado en el que hace un llamado a la oración y la reflexión sobre este tema.

A continuación, el contenido del mensaje titulada “Edificando en comunidad: hacia un México libre de adicciones”.


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

En vísperas del Día Internacional de Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, que se conmemora cada 26 de junio, la Conferencia del Episcopado Mexicano eleva su voz en oración y reflexión sobre esta realidad que desafía profundamente a nuestra nación y a todo el continente.

El tráfico de drogas ha impactado severamente nuestro país, afectando el tejido social y la seguridad de todos los mexicanos. Recordamos las palabras del profeta Isaías: «El fruto de la justicia será la paz, y el servicio de la justicia será tranquilidad y seguridad para siempre» (Is 32, 17). Esta paz tan anhelada requiere el esfuerzo conjunto de toda la sociedad para hacerle frente al narcotráfico.

México se encuentra en un momento de reflexión y renovación. Tras el reciente proceso democrático, se nos presenta la valiosa oportunidad de fortalecer los cimientos de nuestra nación. Este es un tiempo para unir esfuerzos, trascendiendo diferencias, con el fin de robustecer nuestras instituciones y promover el bien común. Reconocemos los desafíos que enfrentamos como sociedad, particularmente aquellos que amenazan la paz y la integridad de nuestras comunidades.

Es por ello por lo que hacemos un llamado urgente a todos los sectores de nuestra sociedad –autoridades recién electas, sociedad civil, comunidades de fe y ciudadanos– a entablar un diálogo constructivo y a trabajar conjuntamente.

Solo mediante un esfuerzo coordinado y un compromiso compartido podremos abordar eficazmente esta problemática que ha causado tanto dolor en nuestro país, incluyendo la trágica pérdida de vidas durante el reciente proceso electoral.

Nuestra meta común debe ser la construcción de un México más justo, seguro y próspero para todos, libre de las cadenas del narcotráfico y sus devastadoras consecuencias.

Creemos firmemente que, trabajando juntos en un espíritu de apertura y respeto mutuo, podemos desarrollar estrategias integrales que fortalezcan el tejido social, promuevan la cultura de la legalidad y ofrezcan alternativas viables a nuestros jóvenes. Como Iglesia, nos comprometemos a ser parte activa de este diálogo, aportando nuestra visión y recursos para construir un México más justo, seguro y próspero para todos.

El narcotráfico representa un desafío multifacético que va más allá de la seguridad pública; pone a prueba los fundamentos mismos de nuestra sociedad: la justicia, la solidaridad, el respeto a la vida y la dignidad humana. Ante esta realidad, estamos llamados a una respuesta colectiva y decidida.

Con preocupación y esperanza, observamos el aumento en el consumo de drogas, especialmente entre nuestros jóvenes. Esta situación nos invita a reflexionar profundamente sobre el valor de la vida, nuestra responsabilidad comunitaria y el verdadero significado de la libertad y la realización personal.

Cada vida es un regalo precioso de Dios, lleno de potencial y propósito.

San Pablo nos recuerda una verdad profunda: nuestro cuerpo es «templo del Espíritu Santo y Dios habita en él» (1 Cor 6,19), una realidad poderosa que ilumina nuestra dignidad inherente y nuestra capacidad para albergar lo divino.

Esta visión nos llama a considerar la salud de manera integral, abarcando el bienestar físico, espiritual y social de la persona. El cuidado de uno mismo está intrínsecamente ligado al cuidado de los demás y de nuestra casa común, como nos enseña el Papa Francisco en su concepto de ecología integral.

El uso indebido de drogas afecta no solo la salud individual, sino que también impacta a nuestras familias y comunidades, con repercusiones en nuestro entorno social y ambiental. En lugar de la libertad que promete, a menudo se convierte en un obstáculo para el crecimiento y la realización personal de nuestros jóvenes.

Como sociedad, estamos llamados a ser una comunidad de apoyo y esperanza, donde cada persona pueda descubrir su valor único y alcanzar su máximo potencial.

Este desafío nos impulsa a fortalecer nuestros lazos de solidaridad y cuidado mutuo, acompañando a nuestros jóvenes en el descubrimiento de caminos auténticos hacia la plenitud y el sentido de la vida.

Invitamos a todos los sectores de nuestra sociedad, especialmente a quienes han sido elegidos para guiar el destino de nuestra nación, a un diálogo constructivo y a una acción coordinada. La lucha contra el narcotráfico requiere un enfoque integral que fortalezca nuestras instituciones, fomente una cultura de legalidad y cree oportunidades de desarrollo para todos los mexicanos, especialmente para nuestros jóvenes.

El México que aspiramos a ser se construye sobre los cimientos de la justicia, la solidaridad y el Estado de derecho. Trabajemos juntos para edificar una nación donde cada mexicano pueda vivir con dignidad y esperanza, libres de la influencia del narcotráfico y la adicción.

Nos unimos en espíritu de comunión y sinodalidad con nuestros hermanos obispos de América Latina y el Caribe.

Juntos, como una sola Iglesia que camina y escucha, hacemos eco de las palabras del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM):

«No naturalicemos la situación, no dejemos que el corazón se nos llene de miedo ni que se adormezca nuestra capacidad de reconocer que está en juego el presente y el futuro de la sociedad».

En esta cercanía fraterna, nos sumamos con entusiasmo a la iniciativa de la Pastoral Latinoamericana de Acompañamiento y Prevención de las Adicciones.

Reafirmamos así nuestro compromiso compartido de servir a la vida, tendiendo puentes de diálogo y colaboración, no solo entre nosotros como pastores, sino con toda la sociedad, en un verdadero espíritu de sinodalidad que nos llama a caminar juntos hacia un futuro de esperanza y sanación.

A nuestros jóvenes, les decimos con amor: ustedes son el presente y el futuro de México. Los invitamos a buscar la plenitud de la vida en el amor de Dios y el servicio a los demás, encontrando en ello el verdadero camino hacia la realización y la felicidad.

Que Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de las Américas, cobije bajo su manto a todos nuestros hijos e hijas, especialmente a quienes se sienten solos.

Recordemos sus palabras:

«¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?». Que su amor maternal nos guíe en este camino de sanación y desarrollo integral de la nación, recordándonos que ninguno está solo en esta lucha. Que ella interceda por nosotros ante su Hijo Jesucristo, dándonos fuerza y esperanza para construir un México libre de las cadenas de la adicción.

Que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo los acompañe siempre. Con cercanía y paternal amor pastoral, sus hermanos en Cristo, los Obispos de México.

Ciudad de México, 25 de junio de 2024.

+ Mons. Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey
Presidente

+ Mons. Ramon Castro Castro
Obispo de Cuernavaca
Secretario General