Ruperta María de los Milagros Lugo y Pech, una de las colaboradoras del Centro de Integración Juvenil Mérida, con un cuadro donde aparece Aida María del Socorro Marín Díaz, su primera directora y confundadora
Ruperta María de los Milagros Lugo y Pech, una de las colaboradoras del Centro de Integración Juvenil Mérida, con un cuadro donde aparece Aida María del Socorro Marín Díaz, su primera directora y confundadora

Cuando comenzó la labor del Centro de Integración Juvenil en Mérida lo que más se veía en cuanto al consumo de drogas ilegales era la mariguana, y los inhalables como el Resistol 5000 o el thiner, recuerda Ruperta María de los Milagros Lugo y Pech, voluntaria con cuatro décadas de labor.

“Cuando Cancún se comenzó a posicionar como un destino turístico se comenzó con el consumo de cocaína”, dice. “Otro giro se dio hace 15 años cuando llegó el crack, una droga poderosa y peligrosa”.

Hace ocho o 10 años se enfrentaron a otro panorama con la llegada del cristal. Esta droga, indica, “no solo es altamente adictiva, pues se adapta rápido al cuerpo, sino que también afecta el sistema nervioso central”.

Medio siglo de ayudar

A lo largo de 50 años el Centro de Integración Juvenil ha apoyado a miles de personas para superar las adicciones, mediante un programa que abarca la parte médica y terapéutica.

La visión del centro se ha transformado a lo largo de los años, adaptándose no sólo a las necesidades actuales que presentan los pacientes, con el surgimiento y uso de nuevas drogas, sino también ha ampliado sus servicios para ofrecer consulta en el área de salud mental, para atender casos de personas con ansiedad, depresión y autolesiones.

Fue en octubre de 1973 cuando se da la anuencia por parte del Centro de Integración Juvenil nacional, que tenía poco tiempo de haberse fundado, para que se abriera en la ciudad el CIJ Mérida, como una filial.

Esto fue posible gracias a los trámites y diálogos que sostuvo Rosario Cáceres Baqueiro de Manzanilla, promotora y fundadora del CIJ Mérida, quien tuvo la iniciativa de abrir este centro de atención luego que un grupo de damas vieron a un joven tirado en la calle, drogado.

En ese entonces le pidieron al doctor Raúl Cárdenas Torre elaborar un proyecto clínico para esta causa.

Fue el 2 de enero de 1974 cuando el CIJ Mérida abrió sus puertas por primera vez. Así lo cuenta Ruperta María de los Milagros Lugo y Pech, una de las colaboradoras del CIJ Mérida, quien tiene 40 años laborando en el lugar.

El CIJ, recuerda, prestaba servicio en un edificio de la calle 47, donde estuvo funcionando por cinco años hasta que se les dio en comodato el edificio que hasta hoy ocupan en la calle 55 entre 64 y 66 del Centro.

Asimismo, precisa que a lo largo de 50 años de historia, el centro sólo ha tenido dos directores, la primera fuera Aida María del Socorro Marín Díaz, y el segundo Víctor Roa Muñoz, quien apenas en septiembre de este año dejó la dirección.

Por el momento la psicóloga Modesta del Carmen Rivero Cruz se quedó como encargada del despacho de la dirección, mientras se nombra un titular.

Al hablar del trabajo en el lugar, Ruperta María comparte que le ha tocado vivir múltiples etapas en el lugar y ver los cambios que se han ido gestando en cuanto al consumo de drogas, y también en cuanto a las terapias y el tipo de atención que se brinda a los pacientes.

Ella recuerda que cuando ingresó al CIJ Mérida lo que más se veía en cuanto al consumo de drogas ilegales era la marihuana, y los inhalables como el Resistol 5000 o el thiner.

Cambios

Al paso de los años esto cambió, cuando Cancún se comenzó a posicionar como un destino turístico y las drogas que llegaban a ese sitio, también comenzaron a llegar a Mérida.

Fue de esa manera que los que usaban marihuana e inhalantes comenzaron a consumir cocaína.

Otro giro en cuanto al consumo de drogas se dio hace unos 15 años cuando llegó el crack, una droga poderosa y peligrosa que se volvió la más popular entre las personas con adicciones.

Esto vino a cambiar la forma de atención, apunta, ya que quienes consumen crack sufren afectaciones en la funcionalidad, de manera que si son jóvenes dejan de ir a la escuela, si son mayores dejan de asistir al trabajo, hacen préstamos, venden cosas o mienten para conseguir dinero y comprar las drogas, entre otros.

También destaca que la manera de enfrentar estos nuevos retos en la personalidad de quienes sufren estas adicciones era y es capacitándose, por lo que cada año recibían capacitación.

Cristal

Hace ocho o 10 años se enfrentaron a otro panorama con la llegada del cristal, algo que se veía desde años atrás en grandes urbes como Guadalajara y Monterrey, y que por desgracia llegó a Mérida desplazando al crack.

Esta droga, indica que no sólo es altamente adictiva, al tener una alta tolerancia que se adapta rápido al cuerpo, sino que afecta al sistema nervioso central, causa insomnio y problemas en la percepción; es decir, la persona puede sufrir alucinaciones.

Ante esto el trabajo que se realiza en el CIJ debe ser cuidadoso, y se trabaja con cada individuo como si fuera un traje a la medida.

La atención se basa en los resultados de las primeras entrevistas que un psicólogo o terapeuta, médico y un trabajador social hacen a la persona que llega buscando ayuda.

Este interrogatorio permite conocer qué tan funcional es o no es, si vive sólo o con la familia, si tiene un entorno de riesgo o cuenta con apoyo familiar, cómo son sus hábitos en el consumo de drogas, si va a la escuela o trabaja, y en general todos los aspectos que permitan al médico y terapeutas realizar un trabajo personalizado que los ayude a salir adelante.

Atención

La atención se supone que es de tres a cuatro meses para alcanzar la recuperación y dejar de consumir drogas, pero usualmente es más tiempo, comenta.

Cuando al paciente se le da de alta, hay un seguimiento en el que se le pide regresar cada 15 días o cada mes acorde a su caso particular.

Hay quienes no regresan más y otros que regresan al año, incluso muchos años después cuando recaen y llegan buscando ayuda.

En el sitio reciben pacientes que son canalizados por los padres, la escuela, el sitio de trabajo y algunos acuden por cuenta propia. También hay pacientes que les canaliza el IMSS.

Se manejan dos modalidades, una denominada consulta externa básica como parte de la cual acuden una dos veces por semana para ser atendidos por el médico y el terapeuta; y la consulta externa intensiva, que es tres veces por semana, y acuden desde temprano por la mañana y se retiran después del mediodía, ya que se les ofrecen talleres.

Esta última modalidad se brinda a quienes han dejado de ir a la escuela o al trabajo, a fin de que ocupen su tiempo productivamente mientras se recuperan y regresan a sus actividades.

Cuotas

El CIJ ofrece la primera consulta con una cuota de colaboración de $70, y luego se hace un estudio socioeconómico en el que acorde a la situación de cada persona se paga $40, $50 o $70, o bien se exenta del pago cuando carecen de los medios para cubrir sus sesiones.— IRIS CEBALLOS ALVARADO