FOTO. Adriana Carrillo Aleman

Héroes y educadores, poetas y científicos, músicos y políticos, actores, periodistas y activistas sociales… hombres y mujeres de los que en Yucatán todos hemos oído hablar, porque imprimieron sus huellas en nuestra historia, duermen el sueño eterno en cementerios e iglesias de Mérida sin mayor ostentación, en la mayoría de las veces, que sus nombres escritos en el granito.

En estos días dedicados al recuerdo de nuestros difuntos valdría la pena visitar allá donde se encuentran esos personajes relevantes que un día se apagaron como cualquier otro mortal. Es una buena oportunidad para reencontrarnos con el pasado, orar por su alma y dejar una flor sobre su tumba, en señal de agradecimiento y de respeto por sus contribuciones a la entidad.

Sin embargo, encontrarlos a todos no es una tarea fácil debido a que en los camposantos no existen rutas señalizadas ni carteles que indiquen el lugar donde reposan. Algunos más están en sitio desconocido y muchos otros se han perdido para siempre, como los restos mortales del fundador de la ciudad, Francisco de Montejo el “Mozo” (1502-1565), los del capitán general Lucas de Gálvez o los del general Manuel Cepeda Peraza, enterrados en el convento de San Francisco, el conquistador, y en la capilla catedralicia de San José los otros dos, pues ambos recintos fueron destruidos.

Para aquellos que disfrutan de la fascinación de los secretos poco conocidos, ofrecemos la ubicación del lugar del reposo eterno de algunos de nuestros personajes históricos.

Francisco Cantón R. (1833-1917)

El general vallisoletano reposa en el Cementerio General de Mérida en un sepulcro sencillo, sin adornos, que contrasta drásticamente con el majestuoso palacio que mandó construir como residencia familiar sobre la avenida más emblemática de la ciudad. No deja de sorprender la humildad de la morada final del héroe de mil batallas, defensor del imperio de Maximiliano y de Porfirio Díaz, gobernador del Estado y acaudalado empresario: la modesta lápida —con el nombre del general y el epitafio “Su mano estuvo siempre abierta para hacer el bien” desvanecidos por el tiempo— pasa inadvertida a la vista de los que llegan atraídos por los grandes mausoleos.

Delio Moreno Cantón (1863-1916)

Sobre la avenida principal del camposanto, en un sepulcro semiabandonado que ha perdido la cruz que lo coronaba, está uno de los intelectuales más combativos del Siglo XIX. El efecto de la intemperie sobre la piedra envejecida del sepulcro evoca las costumbres extintas, los tiempos lejanos de quien fue abogado, poeta, novelista, dramaturgo, periodista, dos veces candidato al gobierno de Yucatán y en ambas víctima del fraude. Fue dueño de la “Revista de Mérida”, el primer diario yucateco, que vendió a principios del siglo pasado al periodista Carlos R. Menéndez. Perseguido constantemente por sus ideas, pasó sus últimos años en la capital del país,
donde murió a los 53 años.

Carlos R. Menéndez (1872-1961)

Uno de los más importantes periodistas mexicanos del siglo XX, desarrolló además un importante trabajo cultural por el que recibió diversos reconocimientos. Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, la Academia Mexicana de la Historia y la Academia de Historia de Cuba, además estuvo entre los fundadores y fue presidente honorario vitalicio de la Prensa Asociada de México y caballero de la Legión de Honor de Francia. Hasta hace unos días, los restos áridos del fundador del Diario de Yucatán; los de su esposa, doña Flora Romero Rodríguez; de sus hijos Abel y Rubén Menéndez Romero y sus esposas, María Navarrete Ruz y Mercedes Castro Cámara, reposaban en el sobrio mausoleo familiar del Panteón Florido.

Víctor Correa Rachó (1917-1977)

A escasos metros del sepulcro de D. Carlos R. Menéndez, en medio de un pequeño jardín, está la morada eterna de otro leal defensor de la democracia en Yucatán: el licenciado Víctor Correa Rachó, quien en 1977, con el apoyo de los meridanos, rompió el dominio hegemónico del PRI. Sin embargo, más importante que ese triunfo fue su campaña por la gubernatura del Estado, en la que, pese a ser víctima del juego sucio, enseñó a los yucatecos a defender sus creencias políticas a cualquier costo. A su lado, descansa en una sepultura idéntica quien fue su compañera de vida y de lucha cívica, su esposa Sara Mena Peniche, quien falleció en 2016 a los 93 años.

Cinthya Ricalde Zurita (1963-1999)

Una de las más brillantes bailarinas de ballet clásico que ha dado Yucatán, Cinthya Sue Ricalde Zurita fue salvajemente asesinada junto con su madre durante un asalto a su residencia la noche del 22 de agosto de 1999. El espantoso crimen cimbró a la sociedad yucateca y dio a la casa del barrio de Santiago una fama siniestra, que todavía hoy conserva, convirtiéndola en escenario de leyendas urbanas según las cuales entrada la noche el fantasma de la madre asoma su traslúcida faz desde las ventanas o ronda por los jardines. Ajena a la siniestra fascinación provocada por su asesinato, Cinthya Sue descansa en una tumba discreta que comparte con sus abuelos, a un costado del sendero principal del Panteón Florido, cobijada por una atmósfera de silencio y respeto.

Olegario Molina Solís (1843-1925)

Fue el hombre más poderoso de Yucatán en los albores del Siglo XX. Gobernador del Estado, ministro de Fomento en el gobierno de Porfirio Díaz y representante más célebre de la llamada “Casta Divina”. Fue descrito por el periodista norteamericano John Kenneth Turner como “el principal entre los reyes de Yucatán… sus propiedades abarcan seis millones de hectáreas, un pequeño reino”. Falleció en La Habana, donde estaba autoexiliado, a los 82 años. Sus restos mortales fueron más tarde trasladados, tras un homenaje en el Teatro Peón Contreras, a la capilla de la hacienda Sodzil (en el norte de Mérida), que era de su propiedad.

 

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Lluvia Daniela Magaña Peralta, licenciada en Comunicación Social por la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), es periodista y editora web. Ingresó a Grupo Megamedia en 2018. Se especializa en información...