Página editorial de Diario de Yucatán

El día de ayer se publicó una nota en el Diario en relación a la necesidad de nombrar un nuevo cronista de Mérida ante el descanso de don Jorge H. Álvarez Rendón.

La nota dice: “El cronista, como hemos informado, debe ser una persona con facilidad de palabra capaz de narrar a modo de verso y literatura los acontecimientos locales”. En otro párrafo la nota dice: “Los candidatos… también deben ser personas que hayan escrito folletos, ensayos o libros… sobre la ciudad…”.

En realidad es el último requisito el imprescindible. Lo que tiene de venturosa la primera observación es que la crónica es un género literario que tiene como reino natural la palabra escrita y también debe tener carta de naturalidad en el territorio de la palabra hablada, pero quien no tiene una obra escrita no puede ser cronista de la ciudad. Éste no es asunto de parlanchines. Primero se es cronista y, después, por sus servicios se lo reconoce el Ayuntamiento. El nombramiento no hace al cronista.

A lo largo de tantos años oímos toda clase de propuestas poco afortunadas y algunas francamente disparatadas. Todos los directores de Cultura del Ayuntamiento tuvieron dificultades con los cronistas, de ahí que desde hace años los alcaldes establecieran que sería el oficial mayor quien se coordinaría con los cronistas.

Todos los directores, sin que fuera de su competencia, se lanzaban con críticas e ideas. En los últimos años, sin noción del ridículo, hablaban de lo que no hacíamos, por ejemplo el uso de las redes sociales, ignorando nuestra presencia con una página y un canal de YouTube. Me atrevo a afirmar que una página como la de Mérida de Yucatán no tiene algunas similares en México. El canal, sí. Pero por ambos nos hicimos acreedores al reconocimiento nacional.

Evoco el caso más agudo con el que nos encontramos: un director de Cultura tuvo la idea de nombrar cronista de la ciudad a Sara Poot Herrera. La entrañable Sarita es una especialista mundial en Sor Juana Inés de la Cruz y Juan José Arreola, valorada maestra de literatura en lengua castellana, pero no conoce la ciudad, ni su historia ni su gente, es más desde niña no vive en la ciudad. Alguien les hizo ver lo disparatado de la propuesta. Menciono el caso porque tiene dos ingredientes frecuentes: Sarita es una mujer muy culta y hay gente que piensa que alguna persona presuntamente culta es candidata, así no conozca de la ciudad más que su colonia.

La otra es el compadrazgo, ha habido autoridades que piensan en tal o cual personaje porque lo conocen.

Es oportuno precisar que otro requisito indispensable para ser cronista de la ciudad es el manejo de los tres tiempos: el presente se explica por el pasado y ambos anuncian el porvenir. Quien no sea capaz de lograr esa conjunción nunca puede ser cronista. En reiteradas ocasiones hicimos notar a las autoridades que no porque haya una vacante se requiere ocupar con improvisaciones. No es por la vacante que se tiene que llenar un puesto sino porque hay alguien calificado para ocuparlo.

Una anécdota más: en esos torpes procederes de algún funcionario de cultura se permitió que alguien sin ninguna calificación solvente se sumara a un proyecto importante sobre la ciudad; resultado: una colección impresionante de errores y disparates que hicieron abortar el proyecto. Esto no es solo trabajo, es pasión, entrega, diálogo con los muertos y con los vivos y lo más importante: obra.

Cronista de la Ciudad.

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