MADRID (EFE).— El anuncio de Juan Carlos I de su abdicación, de lo que ayer se cumplieron diez años, fue el epílogo de un plan institucional desarrollado en secreto durante tres meses para no alimentar un debate sobre la Jefatura de Estado en un momento de desgaste de la Corona y de agitación en España por la crisis.

Fue una decisión “muy meditada”, dijo don Juan Carlos de Borbón, con 76 años entonces, y que tomó en torno a finales de febrero de 2014, si bien meses antes ya había empezado a sopesarla, consciente de que el nuevo contexto político y que sus tribulaciones personales y familiares desaconsejaban el principio que siempre defendió, de que sería monarca hasta la muerte.

La abdicación la anunció el entonces presidente del gobierno español Mariano Rajoy en una declaración institucional en el Palacio de la Moncloa, sede del gobierno, convocada por sorpresa con una hora de antelación, que desató todo tipo de especulaciones.

Para dar sensación de normalidad, Juan Carlos I mantuvo en agenda un acto en Barcelona, al tiempo que el entonces príncipe Felipe regresaba de un viaje a El Salvador.

Con el país en vilo, Rajoy dio a conocer la renuncia, lo que se consumaría con una ley orgánica de un solo artículo que se tramitó en el Parlamento en 17 días para neutralizar cualquier intento de abrir un debate sobre la monarquía por un sector de la izquierda y del nacionalismo catalán y vasco, cuando el bipartidismo entre los conservadores (PP) y los socialistas (PSOE) hacía aguas.

El extremo sigilo con el que se urdió la operación durante tres meses permitió mantener el secreto hasta el último instante.

“Fue bastante milagroso que no se filtrara nada en todo ese tiempo. El 2 de junio me levanté a las 6 horas, puse la radio… y silencio. Ni una palabra de lo que iba a pasar pocas horas después. Y me volví a dormir”, relató el que era jefe de la Casa del Rey en aquel momento, Rafael Spottorno, en un coloquio en el que participó el pasado miércoles en el Ateneo de Madrid.

Además de Spottorno, solo sus colaboradores más próximos supieron de la decisión de Juan Carlos I, anticipada a la reina Sofía y al príncipe Felipe.

Su discurso en la Pascua Militar en enero de 2014, que leyó con dificultades ante la estupefacción de los asistentes, avivó los comentarios de su mal estado de salud, en un contexto marcado por la crisis económica y la erosión de la institución real.

Esa erosión se debió, sobre todo, a dos circunstancias: el caso de corrupción en el que estaba implicado el entonces marido de su hija Cristina y por el que después fue condenado a prisión, y el accidente que tuvo el monarca en 2012 en Botsuana, que puso de manifiesto que Juan Carlos se encontraba de cacería en ese país africano, en plena crisis económica, y acompañado por Corinna Larsen, con la que entonces mantenía una relación.

En abril, Juan Carlos determinó que abdicaría tras las elecciones europeas del 25 de mayo, con el fin de no interferir en la campaña, y antes del verano para que el Parlamento estuviera activo.

Todo el proceso para preparar la abdicación se llevó con gran discreción y la fecha definitiva se cerró con solo una semana de antelación, cuando se notificó a Rajoy y al entonces líder socialista, Alfrefo Pérez Rubalcaba.

A pesar de las visitas al extranjero que Juan Carlos I hizo en su última etapa como monarca, no reveló a ningún líder su decisión, ni siquiera al papa Francisco, al que vio a finales de abril.

Tras el anuncio, telefoneó a líderes políticos, presidentes regionales, agentes sociales, mandatarios extranjeros y casas reales para despedirse personalmente.

Abdicación Más

La abdicación de Juan Carlos I se mantuvo en total discreción y fue una sorpresa en España.

Despedida

“He querido ser el rey de todos los españoles (…) Mi hijo Felipe encarna la estabilidad, que es seña de identidad de la institución monárquica”, proclamó en su despedida desde el Palacio de la Zarzuela, su residencia oficial.

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