Editorial

Cholyn Garza (*)

Las noticias que diariamente conocemos, algunas nos transmiten alegría, otras no tanto.

Por los avances tecnológicos, una gran cantidad de acontecimientos que están sucediendo en el mundo llegan a nosotros en el preciso momento en que ocurren. Por ejemplo, una manifestación en pro o en contra de algo; exigencias laborales; tiroteos en escuelas o centros comerciales; intentonas o supuestos golpes de Estado; debates entre candidatos presidenciales; en fin, la lista es larga e interminable, como lo estás siendo las guerras en Ucrania y Gaza.

Sin duda, las notas que nos alegran el día son aquellas donde vemos caritas de niños sonrientes y, en general, rostros de gente feliz, sin importar su edad, condición social, racial, o económica.

Esas notas nos dejan un grato sabor que llega a lo más profundo de nuestro ser, al darnos cuenta de que se debe luchar por un mundo mejor, no como el que se le está dejando a generaciones futuras.

Sentimientos nefastos como el odio, la ambición en sus diferentes manifestaciones, ya sea de poder o de poseer, llevan al individuo a pretender trascender por lo que se tiene y olvida hacerlo por lo realmente es.

Las guerras son un lamentable ejemplo del dolor que causan quienes se enfrascan en una lucha por apropiarse de territorios. Las partes en conflicto tienen los mismos intereses: ser dueños absolutos de aquello por lo que pelean. Por tanto, se niegan a ceder y prefieren seguir adelante en su propósito.

Bien o mal, justo o injusto, eso dependerá de criterios y, por supuesto, de intereses. Se sabe cuando se inicia una guerra, difícil saber cuándo terminará.

Desafortunadamente, cuando un conflicto termina solo dejará un saldo difícil de reparar. Destrucción, desplazados, soldados caídos por ambas partes. ¿Alguien puede sentirse vencedor cuando ha dejado dolor? ¿Alguien puede mirar al cielo sin pedir perdón?

Una imagen, una de tantas que nos muestran los medios ha dado la vuelta al mundo. Un pequeño apoyándose en un par de muletas. En un bombardeo perdió una pierna. Las notas de las agencias de noticias dan cuenta del número impresionante de familias desplazadas, pequeños huérfanos por haber perdido a sus padres o con amputaciones, sufriendo los estragos de un conflicto que ellos no iniciaron y ni siquiera alcanzan a comprender. Un conflicto bélico los ha convertido en víctimas inocentes.

Podrán decir que eso sucede muy lejos de nuestro país. La guerra, sí. Sin embargo, la ambición por el poder existe en todas partes.

¿Qué sucedió en Bolivia? Intento de golpe de Estado. Hay versiones diferentes; una, la del presidente Arce y otra, la del comandante del Ejército general Juan José Zúñiga. Yo le creo al general por una razón, los militares obedecen órdenes, no traicionan; son leales a su Patria.

“Nuestra molestia, es deber y obligación recuperar esta patria; basta de destruir y empobrecer a nuestra patria, basta de humillar a nuestro Ejército”, palabras expresadas por el general Zúñiga, que deberían ser escuchadas y reflexionadas, no solo lanzar críticas al militar y a quienes lo siguieron.

No nos hagamos los distraídos; por si no lo queremos creer, nuestro México está en riesgo desde hace un buen tiempo. Hay quienes llegan al poder de manera legítima —no todos—, pero la ambición desmedida los puede llevar a pretender perpetuarse en un cargo. Por ese motivo son capaces de aliarse con el mismísimo demonio.

Se ha ido cediendo parte del territorio poniendo en riesgo la seguridad nacional y, por consiguiente, la vida de los habitantes de las comunidades y en un momento determinado la de todos los ciudadanos.

Eso no les importa; el poder es lo único que desean quienes lo tienen; por eso pisotean las leyes y nuestra Constitución.

Su soberbia no los deja ver claro y se creen que el cargo les da derecho a hacer lo que les venga en gana. Error garrafal. No son dueños de nada; todo es prestado por un tiempo determinado.

Quien pone en riesgo al país y a sus instituciones, no está hecho para gobernar. Como tampoco lo está quien pretender destruir al Poder Judicial, a la Suprema Corte de la Nación y a las instituciones que con esfuerzo se hicieron.

En democracia, un voto hace la diferencia, es cierto. Sin embargo, no significa que quien resulta triunfador en la elección tiene un cheque en blanco para disponer a su antojo de lo que pertenece a todos los mexicanos.— Piedras Negras, Coahuila.

cholyngarza@yahoo.com

Periodista

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