Jesús Retana Vivanco publicidad Retana
Jesús Retana Vivanco, autor de 'El estanque de los cocodrilos'

México 2041 (Un cuento premonitorio)

Cuánta razón tenía mi abuelo cuando me decía: “Mira Rodri, en el 2024 nos va a cargar el payaso con este gobierno”. Yo tenía 18 años y estaba a punto de sacar mi credencial de elector,  de verdad no me preocupaba quién quedara como Presidente, a esa edad estás muy distante del tema político.

 Los años pasaron y todo comenzó a darse muy rápido; la escasez de todo propició una desbandada de gente hacia otros países y mi familia no fue la excepción.

Llegó la candidata del Presidente que salía y todo empeoró.

Después de diecisiete años, regreso a la CDMX por una misión del Banco Mundial en Washington, donde trabajo como director de operaciones financieras y certificación de préstamos a los países miembros.

Un panorama muy desalentador el que se despliega frente a mis ojos. El taxi de modelo muy viejo me lleva al hotel Camino Real, uno de los dos hoteles que han seguido funcionando después de la debacle financiera de México.

Calles destrozadas se van desplegando camino al hotel, después de un vuelo especial hacia el único aeropuerto que quedó en la ciudad, el llamado AIFA, donde se ve uno que otro  viajero. Los que utilizan las instalaciones son los soldados trepándose con sus maletas verdes a los aviones con el logotipo de Mexicana.

El hotel aún conserva aquel estilo Legorretiano en sus colores donde los empleados tratan de dar el mejor servicio. Recordé cuando el abuelo nos llevaba a desayunar a su restaurante La Huerta, ahí pasábamos un rato muy agradable con mis papás y mi hermano Emilio.

Salí a dar una vuelta por las inmediaciones de Polanco, cuando el botones del hotel me alcanza a la salida y con cierta angustia me dice:

–Señor, disculpe, pero solo le recuerdo que hay un toque de queda en la ciudad y es muy peligroso andar fuera, los soldados pueden arrestarlo. Solo le queda una hora, comienza a las 8 de la noche. Le di las gracias y fui de prisa para ver qué había pasado en esta Zona de lo que un día fue Polanco. Era de no creerse, todas las tiendas y las calles vacías, basura y más basura, unos cuantos vendedores ambulante de refrescos y papas de una marca rara. Se me acerca uno de ellos y en su peculiar acento de barrio me dice:

–Mira güero, no te doy en la madre porque me va mal, hay cámaras por todos lados vigilando las calles y si te hago algo, no me la acabo con los chiles verdes. Se ve que no eres de acá, así que mejor caite con algo de lana para comprar unos bolillos.

Saco un billete de cien pesos y se lo doy con miedo de que me fuera a golpear.

–Con esto ya la hago. Toma, te doy unas papas.

Tomé la bolsa y le pregunto quienes eran los chiles verdes, con una carcajada me dice:

–Pues los guachos, los soldados… pendejo.

Se aleja, le doy un vistazo a mi reloj que marcaba diez minutos para las ocho. Caminé de prisa y en Mariano Escobedo antes del hotel unos siete perros callejeros hambrientos interrumpen con gruñidos mi paso, aprovecho para abrir la bolsa de papas que traía, se las aviento para distraerlos. Todos se abalanzaron por el paquete, yo corro para entrar volado al hotel.

Después de un regaderazo con un chorrito de agua en la regadera, me espera un magro desayuno con un café y huevos revueltos. Tomo el taxi para mi entrevista en Palacio Nacional con el General Luis Núñez Jiménez, presidente saliente del sexenio y depredador de lo último que le quedó a México.

Lo que vi de mi ciudad en el corto trayecto del hotel al Zócalo fue desgarrador, montones de basura por todos lados, gente deambulando, tiendas y restaurantes saqueados, Liverpool del centro convertido en un hotel de familias sin hogar, la explanada del Zócalo como mercado popular donde se venden desde ropa usada hasta gallinas, puercos y borregos.

La austeridad no se manifiesta en palacio, soldados impecablemente uniformados y armados custodian la seguridad del habitante dueño del mando. Todo luce con una pulcritud militar que contrasta con lo que se vive a unos metros.

Al trago de un café en una de las salas del palacio, el general Núñez, después de prender un habano, formaliza la plática, están presentes el secretario de Guerra, el secretario de Finanzas, el secretario Territorial y un ayudante, todos ellos militares de Secretarías que antes no existían.

–Pues bien licenciado Rodrigo Vera, ¿Cómo le hacemos para ese préstamo de mil millones de dólares del que le hablé por teléfono?

Ya termina mi mandato y México lo necesita para restablecer algunas cosas que quedan pendientes. Mi partido MBM (Militares por el Bienestar de México) requiere un apoyo administrativo para la gestión del desarrollo y la infraestructura del país que emprenderá el candidato de nuestro partido y próximo presidente de México para el sexenio que viene.

–Mire general, como usted bien sabe, la situación de México es muy delicada vista desde cualquier ámbito, se le han negado préstamos del Fondo Monetario Internacional desde que salió la presidenta Sheinbaum por el adeudo que dejó de 85 mil millones de dólares y después que entró el régimen militar a gobernar, todavía se les prestaron 5 mil millones con la incautación de todas las  reservas petroleras disponibles.

–Les hemos pagado, licenciado Vera, si no mal recuerdo unos dos mil.

–Le reitero que el origen de los recursos a los que hace mención fueron catalogados como dinero sucio proveniente del narcotráfico y no se homologó el pago.

–Bueno, ahora las fuerzas armadas tenemos el control y podemos decidir qué hacer con el territorio, dígale a su presidenta demócrata Murray que le vamos a pagar con tierra.

–No comprendo.

­–Sí, el gobierno de México les va a pagar con la península de Baja California, a poco no es lo que quieren. Ya Santa Ana les vendió hace años parte del territorio.

Llévele este mensaje y la próxima vez puede traer a su comitiva, yo le mando las suburbans del Ejército al AIFA para que no sufran, jajaja (CONTINUARÁ).- Mérida, Yucatán, 6 de mayo de 2024

X (antes Twitter): @Ydesdelabarrera

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