Jesús Retana Vivanco publicidad Retana
Jesús Retana Vivanco, autor de 'El estanque de los cocodrilos'

Un día en la vida. No siempre nos damos cuenta de lo que transcurre a nuestroalrededor, somos caminantes o manejadores, pero siempre tenemos a alguien con el que nos topamos o saludamos, pero hasta ahí queda nuestro volátil interés, no sabemos si van o vienen, que les aqueja pero siguen caminando por la vida. Imaginemos al personaje del libro que estamos leyendo, nos vamos a sentir encarnados a su personalidad y a la trama, o bien al abrir el periódico nos enteramos de lo que pasó el día anterior sin reparar en el interés de lo sucedido, si hubo un robo, un accidente que afectó a otras personas, personas que estuvieron ahí, no las conocimos al igual que muchas otras que circundan en nuestro andar.

Caminando por las mañanas vemos a los corredores jalando bocanadas de aire para seguir en la ruta y completar la meta que se fijaron. La señora camina con su perrito y una bolsa de plástico en la mano que limpia la necesidad del animal dejada en la banqueta. Aquel que a pesar de las frías mañanas sale con su bicicleta con un short como única vestimenta, tal vez para lucir sus bíceps, aguantando el frío aire tempranero. Las dos empleadas domésticas que van platicando y enviando mensajes con su celular en mano. El patín eléctrico hace su aparición a toda velocidad manejado hábilmente por un niño rumbo a la escuela que sin importar solo pega un chiflido para que le abran paso.

Esta es gente del diario, gente que nos topamos y a veces saludamos. Un coche último modelo sale en reversa del garaje de una casa, al volante un señor de lentes hace una mueca como saludando para recibir igual respuesta, nos podemos imaginar que va a su trabajo en una oficina de los nuevos edificios que se construyen no muy lejos de aquí. Los pájaros ya comienzan a llegar, su alboroto denota alegría o hambre. Abriendo paso con la carriola la señora enfundada en una combinación perfecta de pants, va paseando a una criatura a la que solo se le ven los ojos por el frío de la mañana. “¿Me puede dar su hora?”, pregunta un albañil caminando a paso veloz. “Siete treinta y cinco”, respondo; da las gracias y se aleja.

El jardinero con su estruendosa máquina podando el pasto de una casa no contesta los buenos días, tal vez para él no sean tan buenos o no se le dio la gana responder. Una pareja de adultos mayores viene en contrasentido, se escucha una animada plática que contrasta con aquellos que traen puestos sus audífonos y te saludan con una seña. El amigo que pasa en coche y te toca el claxon para que le respondas con el pulgar.

Todo esto es la representación de un día de una mañana cualquiera; me doy cuenta que mi caminar tal vez se ha hecho más lento, aun me falta un buen tramo para llegar a casa, me  agobio al pensar en que la respuesta sea la acumulación de años, ni modo, no hay nada que  hacer en el tema.

La vida es un viaje que emprendemos en un constante movimiento, a veces hacemos escalas que nos enseñan otros paisajes y tenemos que comprar un boleto para seguir el camino, al final, ya no tenemos para comprar más boletos y regresamos donde todo comenzó, en un día en la vida de los demás, donde cada persona representa una historia que contar.— Mérida, Yucatán, 12 de febrero de 2024

X (antes Twitter): @ydesdelabarrera

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