Gilda Cota Vera sonrió, quizá sarcásticamente, cuando los médicos le confirmaron un diagnóstico que cambiaría su vida: esclerosis múltiple, enfermedad degenerativa que no tiene cura.

Su condición va empeorando y recientemente registró mayores afectaciones neurológicas y motrices. Pero ahora está embarcada en un proceso que, antes de la enfermedad, ni imaginaba: está clasificada para representar a México en los Juegos Paralímpicos de París.

Con la enfermedad, aprendió a vivir; con el deporte, recibió un área de oportunidad que jamás imaginó. De ambas, y por ambas, quiere dejar huella y ser referente, más allá de los escenarios deportivos.

“Entendí que no tengo que pelear con la enfermedad, será mi compañera de vida de ahora en adelante. Tengo que aprender a bailar con ella”, dice Gilda. Ella está clasificada para los Juegos Paralímpicos de París en la prueba de impulso de bala.

Literal, como ha podido por las complicaciones de su padecimiento, se ha entregado con todo en el deporte adaptado. Y ha ido más allá: este año, en el Grand Prix de Xalapa impuso marca mundial, contra viento y marea, y también venciendo a muchos escépticos. Y hace dos semanas, en Kobe, Japón, dio a México la medalla de oro y ganó la plaza para los Juegos Paralímpicos de París, algo que ni remotamente había imaginado.

En realidad, son sensatez y sentimientos, otros estarían llorándole a la vida por padecer esclerosis múltiple, sabiendo que se puede apagar la llama en cualquier momento. Tan cruel todo, pero tan real.

Gilda Guadalupe se ha convertido en una heroína desde que, el 5 de julio de 2020, en plena pandemia, supo que padecía esclerosis múltiple. Después de varios traspiés en la salud, como mareos, caídas, de asistir a varios estudios, sin hallar respuesta a lo que le pasaba, finalmente dieron con el resultado, no el esperado, pero sí el real.

“Tienes esclerosis múltiple”, le dijo el galeno.

Y ella se quedó como sonriendo. “Mi hermana me dijo: ¿y de qué te ríes? Tienes esclerosis múltiple”.

“No sabía qué pensar. ¿Tengo esclerosis múltiple? ¿Y qué es eso en realidad? ¿Qué más podía hacer? ¿Ponerme a llorar?”

Quizá eso es lo que, casi cuatro años después, le tiene donde está: “Nunca me he detenido a pensar en que estoy mal por eso, o por lo otro. Tengo que vivir, si me aferro al duelo, a vivir lamentándome del por qué yo, no entiendo qué pasaría con mi vida”.

La corriente degenerativa de la esclerosis le ha hecho pasar tragos muy amargos, desde antes de saber que padecía ese mal.

Pero la vida sigue. Antes, se consideraba “grinch”. “Si me daba el sol en la cara, me molestaba. Si tenía que caminar mucho, también… Todo molestaba. Ahora, doy gracias a Dios que me da el sol, quisiera caminar, pero tengo que andar ayudada por una silla, lo hacía con muletas, ahora en silla”.

Y sí que la vida le ha dado vueltas y vueltas.

Crecida en el seno de una familia en que se hablaba de béisbol y deportes (su papá, Mario Cota Peña, fue pítcher de Liga Mexicana), fue lanzadora de bala, campeona estatal, seleccionada nacional, múltiple medallista. Pero pensó que el deporte no le iba a dar más en su etapa “convencional”, y decidió enfocarse a sus estudios profesionales. Se graduó en Criminalística, hizo la maestría, y la vida le iba campante, trabajando en León, realizándose en su escenario, hasta que la esclerosis llegó.

“Cambió todo radicalmente. Comencé a ejercitarme para tratar de agarrar fuerzas de donde las había perdido, pero era complicado. Y de pronto me dijeron: ¿por qué no pruebas en deporte adaptado? Habilidades y talento los tienes”.

Se topó con otro problema: en las altas esferas del deporte, su mal no era muy conocido, igual que en el día a día: muy poco se sabe de ese padecimiento. De a poco, ha logrado ir creciendo, sabedora, ante todo, que los esfuerzos de hoy mañana podrían no servir.

Ha superado innumerable cantidad de obstáculos, tanto en la vida cotidiana como en el deporte. “Se siente bonito ser campeona mundial, la forma en que reconocen lo que haces, haber ido a unos Panamericanos, y ahora que estoy clasificada para los Juegos Paralímpicos de París. Eso es maravilloso”.

Pero, con lo vivido en estos cuatro años, no piensa tanto en las medallas que se ha colgado, o en las que podría colgarse.

“Lo más valioso es inspirar a la gente, inspirar a los niños, a los que están en su casa, en su cama, en su depresión, que ni saben superar su duelo, sin saber qué hacer. Mira ahora dónde estamos: aquí en el CRIT Yucatán hay una gran cantidad de niños que vienen a terapia, con el deseo de sus papás de que salgan adelante a pesar de sus condiciones, ellos quieren ser algo. Yo quiero vivir así”.

Decirlo puede resultar fácil. La charla con Gilda se pactó para hacerse en el CRIT porque tenía jornada de terapias. Llegó en su silla, guiada por ella y a ratos apoyada por su padre, sonriendo a quienes le conocen. Acudió a las diversas reuniones de terapia, la revisaron, cantó karaoke para trabajar en su lingüística, porque hasta en eso se ha debilitado; tuvo terapia ocupacional.

Todo eso que hace tiene varios mensajes: uno, mostrarse a sí misma que puede ir adelante; otro, mandarles el mensaje de que sí se puede a quienes piensan que no.

Igual, porque es clave la prevención: ella tuvo varios eventos, pero no le daba importancia porque creía que eran cosas “normales”. Y pues nadie está preparado para algo tan devastador como es un diagnóstico con este padecimiento, ni el paciente ni los mismos médicos.

Por ello va con todo hacia sus intentos.

“Como ser humano, me permite encontrar una forma de trascender, de servirle de algo a la sociedad. Me preguntan que por qué yo… Y bueno, creo que me puso a prueba Dios porque sabe que puedo con el paquete”.

Le está siendo difícil, sin duda. “En la noche el cuero me tiembla. Despierto con espasmos, malestar, pero no me quejo, no digo “pobrecita, pobre de mí”, mejor pienso qué es lo que sigue”.

“¿Discapacitada? No. Soy independiente, sí necesito que a veces me echen la mano, claro, pero ya no te pones a preguntar qué puedo hacer. Esto tiene que seguir porque así es. Yo sé que no tiene cura la esclerosis múltiple… ¿qué me queda? Tener una buena calidad de vida, todos los días busco eso, lucharé por lo que me garantice estar mejor. ¿Por cuánto tiempo? No lo sé. No sé si habrá mañana”.

¿Pero vas a unos Juegos Paralímpicos, el sueño de todos los paraatletas?

“Y voy a ir a dar lo mejor de mí, con dolores, con molestias, pero con la frente en alto. Y cuando regrese, seguiré hablando sobre el tema, que las personas normales puedan tener mejores atenciones, que deportistas como yo, en procesos olímpicos, puedan ser tratados de manera especial, como se necesita. La esclerosis es mi amiga para el resto de la vida”.— Gaspar Silveira

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