José Antonio Gutiérrez Triay (*)

Todo parece indicar que en la construcción del pragmático proyecto denominado La Cuarta Transformación, que se adecua con frecuencia, un periodo sexenal resultaba insuficiente, por eso desde el principio una de las metas fue hacerlo transexenal y sin guardar las apariencias.

Hubo un jalón de orejas a la mitad del río, lo que les sirvió para rediseñar y ejecutar su llamado Plan C con el fin de conseguir una enorme cantidad de votos para MORENA y obtener así todo el poder de la federación.

Abrazando más a la narrativa de las emociones que mayoritariamente gusta sobre el razonamiento de la productividad en los proyectos, el plan está en vías muy amplias de consolidación y lo es a partir de lo fundamental que fue llenar abrumadoramente las urnas con el voto morenista para legitimarlo.

El presidente López Obrador, como todo un gran maestro en el arte de la política, fue preparando su obra sucesoria de jure, mas no de facto. Controlando todos los hilos de un proceso interno permitió llegar a la palestra a precandidatos que pintaban como tigres y a una tigresa, a quienes, como un buen sastre, el inquilino de Palacio ya les había tomado la medida.

En una cancha totalmente dispareja y sin respetar los tiempos del instituto electoral se iniciaron las campañas. Era notorio el proteccionismo hacia Claudia, su delfín. La cuidó en todo momento, era la parte fundamental del proyecto hacer la primera mujer que ocupara la presidencia de la Nación. Los tigres rasurados perdieron sus rayas, nadie se desbordó a su favor. No tenían con qué organizar un movimiento de insurgencia.

La campaña oficial fue abiertamente de continuismo, Claudia siempre dijo que construiría el segundo piso de la 4T. fue coherente, no mintió y un pueblo en comunión perenne con el “lópezobradorismo” otorgó su beneplácito.

Cierto que AMLO no apareció en las boletas electorales, pero su esencia incorpórea allá estaba para que se votara por la continuidad, incluso en el voto de odio.

Según el presidente, esta elección fue un mero referéndum sobre sus políticas. Vemos que no cuida las formas de su relación con la electa, porque en cada oportunidad marca la señal de quién manda y mandará. Claudia no tiene ejército propio en ningún sentido, solo un milagro podría cambiar esta prospectiva, si don Andrés Manuel se va al retiro real para cultivar la tierra y no salga como aquel romano, Cincinato, que ante el primer gusanillo de la política organizaba su retorno como salvador de la Patria.

Con inteligencia, la Dra. Sheinbaum, sin abruptas reacciones y paso a pasito, puede construir su personal estilo de gobernar en una izquierda moderna. Requerirá de gran habilidad en este minado campo.

¿Y la oposición ya está muerta? Lo estará si así lo deciden, tuvieron importantes votos en algunas regiones. Además, aparecerán errores graves del gobierno anterior por más que los traten de ocultar y los opositores deben saber canalizar, pero, la clave estará en organizarse como han hecho otros grupos minoritarios que con su lucha diaria han obtenido reconocimientos sociales importantes. No resultará funcional que los viejos e inoperantes partidos, que muy poco aportaron en esta lucha, se conviertan en insignias de la oposición, se requiere de más sociedad civil.

Los de la vieja política no cambian a través de la historia con su chueco y aparente inteligente proceder. Desde los tiempos bíblicos, según se recordó hoy que Betsabé, la mujer de Urías era la amante apasionada de un santo. Nada más ni nada menos que aquel que cantaba Las Mañanitas, según nuestra cultura popular: El Rey David. Éste cometió un doble crimen: adulterio y asesinato.

—Poned a Urías al frente de donde esté lo más fiero del combate y desamparadle —ordenó el Rey—. Ponedle frente a las lanzas… Dejadle que muera.

De aquel tipo de políticos de doble moral debe prescindir la oposición al reorganizarse. Siempre serán necesarios los organismos serios de presión en la vida política, pero, hay partidos políticos que ya pasaron a la historia con sus más conspicuos integrantes, y eso también lo saben en Morena de sus veleidosos saltimbanquis.— Espita, Yucatán.

Maestro de Políticas Educativas y Cronista

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